miércoles, 29 de agosto de 2012

Artículos de Luis Eduardo Cortés Riera.


Aquella Caracas de 1970.

Luis Eduardo Cortés Riera.
cronistadecarora@gmail.com
Llegué a la Universidad Central de Venezuela en enero de 1970. Caracas era una urbe aún manejable y segura de apenas dos millones de almas. Adolescente de 17 años todo me sorprendía, los edificios de la Plaza Venezuela, el Aula Magna, la variada procedencia de mis compañeros de estudios de ingeniería, las mujeres extranjeras que solían caminar a solas por Sabana Grande. En ese entonces me comí mi primer pasticho y me aloje en un pent house de un malhumorado matrimonio gallego en Maripérez. En la UCV solo se hablaba de la Renovación, la protesta estudiantil, el allanamiento de 1969 por el Ejército, el Mayo Francés del 68 y la disolución de Los Beatles. Había nacido por aquellos años un formidable movimiento, único en la historia universal: la rebelión juvenil.


Más que la Facultad de ingeniería, los sitios preferidos por “El Duende”, tal como me llamaron unos maracuchos, eran el complejo de piscinas, la Federación de Centros Universitarios y, por supuesto, el comedor. Todo presagiaba mi fracaso académico. Aquellas pizarras llenas de logaritmos y abstractas geometrías hicieron de mí un ausentita. Había, sin embargo en el pensum una asignatura y un profesor que me fascinaron: Humanidades, dictada por el Dr. Clemente Pereda. Era un personaje estrafalario y extravagante, luchador por la independencia de Puerto Rico, su patria. Decía tener pruebas de la existencia de Dios al mostrarnos unas manchas de tinta sobre papel en la que por obra del azar, pienso yo, más no aquel anciano docente, aparecían figuras de abejas, rostros, paisajes. La clase era continuamente saboteada desde el fondo del teatro de la Facultad, lugar donde nos metían en número de 120 estudiantes o más.
En esa ciudad comprendí sin embargo que el mundo era muy grande y variado. Conocí trinitarios, chilenos, españoles franquistas y exilados, gringos. El mundo se le amplió para siempre a aquel muchacho caroreño que quería saber pero no sabía qué. Antes  del allanamiento de 1970 decidí atacar duro y empeñosamente  el Análisis Matemático y la Geometría Descriptiva y confieso que me estaba dando algún resultado, pero el 3 de septiembre de ese malhadado año, el gobierno del Dr. Caldera volvió a tomar militarmente la UCV. Fueron meses de tremenda incertidumbre. Estaba solo y extraviado. Por las noches oía en un radio de pilas de la defenestración del Dr. Bianco, digno rector de la UCV y del cierre por varios meses del Alma Mater de los venezolanos.
Mis amigos comenzaron a darme consejos. Un estudiante de medicina de familia trujillana, ya fallecido, Germán Briceño, me dijo en las gradas de las piscinas, que lo pensara bien, que lo tomara con calma, que a él le había sucedido otro tanto. Mis padres estaban muy dolidos y enojados conmigo. Recuerdo que a falta de dinero hacíamos una “batidas” en la puerta de la Universidad que mira al cerro El Avila. Aquello indignó a nada más y nada menos que al primer mandatario nacional quien dijo; “ahora hay que pagar peaje para entrar a la UCV”. Fue uno de sus argumentos para intervenir nuevamente la casa de estudios que esgrimió Caldera.
En el Aula Magna disfruté de presentaciones memorables: El Quinteto Contrapunto, las alocuciones del acosado Rector Bianco que nos hacían vibrar de entusiasmo. Cuando cayó ese heroico catedrático, le hicimos una protesta al doctor De Sola, Rector interventor, colocado allí por los copeyanos. Fue en la Plaza Cubierta donde le decíamos a aquel usurpador que se fuera parafraseando y entonando una canción de Jhon Lennon.
Una noche, en la Biblioteca Central, me puse a ojear unos gruesos volúmenes de contenido humanístico. Aquello fue para mí una revelación. Recuerdo que leí que “una proposición mientras más simple será más verdadera.” Muchos años después descubrí que aquello era una fundamentación de la teoría del conocimiento, la muy famosa cuchilla de Occam. En ese momento comencé a pensar humanísticamente. La UCV estuvo cerrada largo tiempo, pero ya el giro estaba dado. Me fui, por sugerencias de Claver, mi madre, a la Universidad de Los Andes, donde me inscribí en la Escuela de Letras por insinuación de Juan Hildemar Querales, para luego y definitivamente ingresar a la Escuela de Historia. Han pasado largos 42 años y debo decir que estoy a la búsqueda de mi reconciliación con las llamadas “ciencias duras”, las que creí haber dejado atrás y para siempre, un camino por donde transita el pensamiento humano en los albores del siglo XXI, la llamada “epistemología de la complejidad”.
Mi tránsito por Caracas no fue, pues, en vano. Me hice cosmopolita al dejar el provincianismo en el recuerdo. En la ciudad emeritense, además, fuimos recibidos como unos héroes de la resistencia estudiantil y académica contra un  régimen que se nos aparecía como opresor e intolerante.
Carora, agosto 23 de 2012.


 La civilización más antigua del mundo.

Luis Eduardo Cortés Riera.
Cronistadecarora@gmail.com
Resulta curioso constatar que no existe un criterio único sobre cuál es la civilización más antigua del mundo. Este privilegio se lo disputan distintas naciones y equipos de investigadores. Los libros de historia que leí en mis estudios emeritenses sostenían que la historia comenzó en Sumeria, actual Mesopotamia, el Irak ocupado militarmente por el arrogante mundo occidental. Pero buscando en internet he encontrado que no hay unanimidad al respecto. Veamos.
Unos sostienen que es China la más antigua, pues su historia deviene de hace 5.000 años en forma casi ininterrumpida. Eso es cierto. Pero hay otras que son más viejas pero ya han desaparecido y solo tenemos  de ellas las evidencias arqueológicas. Estas son la mayoría. Por ejemplo, en el Perú  se ha descubierto una serie de ruinas que nos colocan ante una cultura anterior a la egipcia o la mesopotámica. Fue descubierta hace 12 años al norte de Lima: la cultura Caral que data de 3.000 años antes de nuestra era. Su descubridora es la arqueóloga peruana Ruth Shady Solís, quien se ha convertido en una celebridad al haber descubierto estas evidencias arqueológicas preincaicas que son tan sofisticadas como las de las culturas del río Indo o de China.
Los israelitas por su parte, imbuidos de la idea de ser un pueblo elegido, dicen que la ciudad más antigua del mundo es la bíblica Jericó, la cual-sostienen ellos- está cumpliendo 10. 000 años de existencia. ¿Quién la construyó? Bien se podría decir que fueron los antecesores de los actuales palestinos, como sugiere el historiador hebreo contemporáneo Shlomo Sand, quien ha formado un verdadero revuelo con sus explosivas opiniones al decir que el pueblo judío es una invención. Se nota de inmediato que Sand leyó la obra de Eric Hobsbawm llamada precisamente La invención de  la tradición.
Shi Shi es el nombre de un renombrado investigador chino, quien afirma que ha encontrado pruebas de que su civilización tiene la friolera de 10.000 años. El doctor Shi no habla en el vacío, pues lo hace montado en el Instituto de la Historia de las Nacionalidades, en Beiging. La localidad llamada Dadiwan es el renombrado sitio, excavado en China y colocan allí datas de 5.300 años antes de nuestra era.
Alemanes y  turcos en comandita han agregado más leña al fuego, pues sus excavaciones en el sitio de Göbelli Tepe en el sur de Turquía arrojan datos impresionantes: 11.500 años atrás fue levantada esta ciudadela por cazadores del neolítico, antes de la sedentarización de los humanos y de la invención de la agricultura. Los expertos de la Universidad de Heidelberg dicen que estas ruinas, descubiertas en 1964, constituyen la edificación de naturaleza religiosa más antigua del mundo, y hasta sugieren que puede remontarse al mesolítico.
Y qué decir de las ciudades sumergidas en lagos, mares  y océanos del mundo que nos hacen repensar la historia de la humanidad. Allí están las ruinas sumergidas del Golfo de Cambay, India, de 9.500 años de antigüedad o las de la isla Yonaguni del Japón, están también las del Golfo de Yucatán en Brasil. Pero todo ello debe examinarse y verse con escepticismo, pues la ciencia está llena de escándalos cuando se le ha intentado falsear. Si no recuerden el quimérico humano  prehistórico descubierto en Gran Bretaña, llamado hombre de Piltdown y que resultó ser un cráneo humano fosilizado artificialmente. Más recientemente el jefe de propaganda nazi, Joseph Goebbels, creó una arqueología que demostraba la existencia de la raza aria desde muy antiguo. Hoy sabemos que lo de ario no es más que un mito creado por el racismo germano. Gran ruido produjo la piedra de Kensington, hallada en Minnesota, Estados Unidos, y que demostraban la llegada de los vikingos a esos lugares en el siglo XIV, ¡un siglo antes que Colón!.
Así que en lo sucesivo use el método crítico y ponga en duda los hallazgos más sonados  exhibidos en los canales pseudocientíficos de la televisión, uno de los cuales, el más mentiroso acaso sea The History Chanel, creado en los EEUU en 1995 y que desde el año 2001 comenzó a tergiversar y falsear la historia para consumo de los latinoamericanos. Para estar prevenidos léanse El sutil arte de detectar camelos (engaños), del desaparecido divulgador estadounidense de la ciencia Carl Sagan, el cual se encuentra en su libro El mundo y sus demonios, la ciencia como una luz en la oscuridad, extraordinario esfuerzo de reflexión crítica sobre el cual hice una exposición en el primer posdoctorado en educación que ofrece la Upel en la ciudad de Barquisimeto.
Carora, agosto 19 de 2012.











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Análisis del articulo “VÍCTOR HUGO INTERPRETADO EN CARORA, 1891”